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“Me gusta ir a Roma… Pero siempre necesito volver a Málaga, a mi estudio, mi entorno natural, a mi casa”
Raúl Berzosa (Málaga, 1979) encuentra ya en la adolescencia la pasión que le acompañará durante toda su vida: la pintura. Comienza a trazar los primeros colores en varios talleres de la provincia imaginando lo que a día de hoy es una realidad: sus obras forman parte del catálogo de El Vaticano. La Santa Sede ha acudido a varias obras de este malagueño para ilustrar distintos acontecimientos. En esta entrevista, confiesa sus inspiraciones, retos y vinculación con el Papa Benedicto XVI en un repaso sobre su trayectoria.
¿Cómo descubrió que su pasión era la pintura y, en concreto, el arte sacro?
Entre los 12 o 13 años comencé a dibujar cómics. Normalmente eran dibujos de lo que veía en la televisión que me gustaba llevarlos al papel. Mi padre, viendo que no se me daba mal, me apuntó a un taller local de pintura y es ahí donde tuve mi primer contacto con el óleo.
Tras varios años dibujando y pintando, en el año 2000 realizo mi primera pintura pública: se trata del cartel de la salida procesional de una cofradía de aquí de Málaga. Estas primeras obras de temática cofrade me llevaron posteriormente al arte sacro, en el que ya tenía que copiar las imágenes de las cofradías, sino que yo creaba mis propias figuras.
De Málaga a Roma. ¿Se parecen?
Mi paso por Roma es principalmente laboral, pero ambas ciudades son muy distintas entre sí. Málaga es una ciudad pequeña comparada con Roma, pero aquí hay una tranquilidad que no se encuentra en la capital italiana. Me gusta ir a Roma, disfrutar de su historia, de su comida, de sus monumentos, de ese centro del catolicismo… Pero a los pocos días siempre necesito volver a Málaga, a mi estudio, mi entorno natural, a mi casa.
¿Qué es lo que más le inspira de su ciudad natal? ¿Y en general, dónde busca esa inspiración?
Me han servido de mucha inspiración las cofradías y hermandades de Málaga porque, como he comentado, ahí empecé mi camino hacía el arte sacro. Además, Málaga es una ciudad muy cosmopolita y esto hace que siempre encuentre algún detalle o momento de inspiración mientras observo a personas que se encuentran en la ciudad. De todos modos, cuando busco inspiración lo hago observando mucho arte; por ejemplo: el de otros compañeros de profesión.
¿Y quiénes son y han sido sus referentes?
En cierto modo muchos son los pintores de los que he aprendido y sigo aprendiendo a día de hoy. Por ejemplo, aprendo sobre cómo solucionan sus obras u observando cómo se enfrentan a problemáticas pictóricas en el lienzo. Tanto en obras actuales como de otros siglos.
Raúl Berzosa (Málaga, 1979) encuentra ya en la adolescencia la pasión que le acompañará durante toda su vida: la pintura. Comienza a trazar los primeros colores en varios talleres de la provincia imaginando lo que a día de hoy es una realidad: sus obras forman parte del catálogo de El Vaticano. La Santa Sede ha acudido a varias obras de este malagueño para ilustrar distintos acontecimientos. En esta entrevista, confiesa sus inspiraciones, retos y vinculación con el Papa Benedicto XVI en un repaso sobre su trayectoria.
¿Cómo descubrió que su pasión era la pintura y, en concreto, el arte sacro?
Entre los 12 o 13 años comencé a dibujar cómics. Normalmente eran dibujos de lo que veía en la televisión que me gustaba llevarlos al papel. Mi padre, viendo que no se me daba mal, me apuntó a un taller local de pintura y es ahí donde tuve mi primer contacto con el óleo. Tras varios años dibujando y pintando, en el año 2000 realizo mi primera pintura pública: se trata del cartel de la salida procesional de una cofradía de aquí de Málaga. Estas primeras obras de temática cofrade me llevaron posteriormente al arte sacro, en el que ya tenía que copiar las imágenes de las cofradías, sino que yo creaba mis propias figuras.
De Málaga a Roma. ¿Se parecen?
Mi paso por Roma es principalmente laboral, pero ambas ciudades son muy distintas entre sí. Málaga es una ciudad pequeña comparada con Roma, pero aquí hay una tranquilidad que no se encuentra en la capital italiana. Me gusta ir a Roma, disfrutar de su historia, de su comida, de sus monumentos, de ese centro del catolicismo… Pero a los pocos días siempre necesito volver a Málaga, a mi estudio, mi entorno natural, a mi casa.
¿Qué es lo que más le inspira de su ciudad natal? ¿Y en general, dónde busca esa inspiración?
Me han servido de mucha inspiración las cofradías y hermandades de Málaga porque, como he comentado, ahí empecé mi camino hacía el arte sacro. Además, Málaga es una ciudad muy cosmopolita y esto hace que siempre encuentre algún detalle o momento de inspiración mientras observo a personas que se encuentran en la ciudad. De todos modos, cuando busco inspiración lo hago observando mucho arte; por ejemplo: el de otros compañeros de profesión.
¿Y quiénes son y han sido sus referentes?
En cierto modo muchos son los pintores de los que he aprendido y sigo aprendiendo a día de hoy. Por ejemplo, aprendo sobre cómo solucionan sus obras u observando cómo se enfrentan a problemáticas pictóricas en el lienzo. Tanto en obras actuales como de otros siglos.
¿De qué pintores hablamos?
Por dar algunos nombres le diría Velázquez, Rubens, Sorolla, Murillo, Tiepolo… También me llama la atención la calidad técnica de muchos pintores decimonónicos y, mediante las redes sociales, sigo a compañeros de profesión de los cuales aprendo bastante.
¿Qué aspira a transmitir en sus pinturas? ¿Ha evolucionado su objetivo?
Dentro del arte sacro siempre busco que la pintura transmita mis creencias como católico al espectador de la obra. Que haya una interacción, que la obra sea útil, es decir, no ver solamente una obra bella o una pintura que pueda ser fría, sino que esa belleza, como dijo el Papa Benedicto XVI, sea un camino para encontrar a Dios.
Técnicamente sí que hay una evolución en mis obras. De hecho, observo pinturas de hace cuatro o cinco años y veo cambios y notables mejoras pictóricas en ciertos aspectos.
Ha retratado a numerosas personalidades, en varias ocasiones a Benedicto XVI, ¿qué ha supuesto para usted su figura en la historia y cómo ha vivido su pérdida?
Ha sido una enorme pérdida para la Iglesia Católica. Hemos perdido un gran referente. Por supuesto, he sentido una gran pena pues mi vinculación con el Vaticano empezó con una visita que le pude hacer a él en los jardines vaticanos. Para mí, en lo profesional, ha significado mucho. Con Benedicto XVI comenzó mi relación con la Santa Sede tras visitarlo en el año 2015.
¿En qué proyectos se encuentra ahora y qué considera que le queda por hacer?
Digamos que tengo varios frentes abiertos. El principal es un proyecto de gran formato para Tampa en Florida, una representación de la relación de los jesuitas con las artes. Es un tríptico. Mis últimas pinturas han sido una gloria de palio para Almería, dos obras para el Vaticano, retratos para Argentina y Estados Unidos… Gracias a Dios tengo mucho que pintar. Nunca me marco metas de hacia dónde debo ir. Pienso que todo lleva su camino correcto, aunque sí me hace especial ilusión realizar una pintura para Tierra Santa o realizar alguna pintura para algunas de las iglesias derruidas en Siria.
¿De qué pintores hablamos?
Por dar algunos nombres le diría Velázquez, Rubens, Sorolla, Murillo, Tiepolo… También me llama la atención la calidad técnica de muchos pintores decimonónicos y, mediante las redes sociales, sigo a compañeros de profesión de los cuales aprendo bastante.
¿Qué aspira a transmitir en sus pinturas? ¿Ha evolucionado su objetivo?
Dentro del arte sacro siempre busco que la pintura transmita mis creencias como católico al espectador de la obra. Que haya una interacción, que la obra sea útil, es decir, no ver solamente una obra bella o una pintura que pueda ser fría, sino que esa belleza, como dijo el Papa Benedicto XVI, sea un camino para encontrar a Dios. Técnicamente sí que hay una evolución en mis obras. De hecho, observo pinturas de hace cuatro o cinco años y veo cambios y notables mejoras pictóricas en ciertos aspectos.
Ha retratado a numerosas personalidades, en varias ocasiones a Benedicto XVI, ¿qué ha supuesto para usted su figura en la historia y cómo ha vivido su pérdida?
Ha sido una enorme pérdida para la Iglesia Católica. Hemos perdido un gran referente. Por supuesto, he sentido una gran pena pues mi vinculación con el Vaticano empezó con una visita que le pude hacer a él en los jardines vaticanos. Para mí, en lo profesional, ha significado mucho. Con Benedicto XVI comenzó mi relación con la Santa Sede tras visitarlo en el año 2015.
¿En qué proyectos se encuentra ahora y qué considera que le queda por hacer?
Digamos que tengo varios frentes abiertos. El principal es un proyecto de gran formato para Tampa en Florida, una representación de la relación de los jesuitas con las artes. Es un tríptico. Mis últimas pinturas han sido una gloria de palio para Almería, dos obras para el Vaticano, retratos para Argentina y Estados Unidos… Gracias a Dios tengo mucho que pintar. Nunca me marco metas de hacia dónde debo ir. Pienso que todo lleva su camino correcto, aunque sí me hace especial ilusión realizar una pintura para Tierra Santa o realizar alguna pintura para algunas de las iglesias derruidas en Siria.